viernes, 8 de julio de 2011

COMO ROMPER EL CORAZÓN DE UN ELEFANTE - POR BRIAN O'BIREN


El siguiente artículo fue escrito por el inglés Brian O´Biren, con relación a la captura y "entrenamiento" de elefantes para espectáculos. Cuando la gente asiste a los circos no conoce todo el sufrimiento por el cual ha pasado el animal para el acto circense. Después de leer este texto, nunca volverás a asistir a un circo, o al menos, no volverás a mirarlo igual.
Romper el corazón de un elefante, es romper el espíritu a un animal por demás noble, es humillarlo, obligarlo  a convertirse en un bufón lleno de miedo, hambre y sed. O´Biren al escribir este relato, nos deja anclado en el pensamiento, que el "fruto" de tanta crueldad hacia los elefantes se traduce en ROMPERLES EL ESPIRITU: “Romper el espíritu es un  crimen espiritual. La expiación entonces, presumiblemente ha de ser también espiritual. Habrá un castigo y la responsabilidad de este crimen será compartida entre los perpetradores de la captura y los domadores del animal, y también por aquellos que los ayudan y los inducen, zoológicos, dueños de circos y accionistas y todos aquellos que promueven o impulsan la exhibición del "artículo terminado" -y esto incluye a aquellos que pagan por ver a los animales actores-".
El hombre en el centro de la pista hace sonar su látigo y los grandes elefantes comienzan a trotar alrededor del círculo, sus trompas de cada uno agarradas a la cola del de adelante. Luego hay un silbatazo y los animales se mueven al son de un baile cómico.
Grandes monstruos gentiles, ¿no es verdad? Cualquier hombre de circo le dirá que el elefante es el animal más popular bajo la gran carpa. Pero, ¿alguna vez te has preguntado por qué son tan fáciles de manejar en el circo? ¿Cómo se le enseña a bestias tan grandes estos delicados trucos?
Ellos aprenden mediante un rompimiento de espíritu, difícil prueba que lleva meses y a menudo vidas.
Yo lo he visto y he vivido en ello. No es ningún placer.
En Sumatra, nativos rodeaban a una manada de elefantes y los conducían hacia una empalizada de alrededor de 30 metros de diámetro. Usando gongos, matracas y rifles, los nativos producían un ruido que asustaba a la manada, haciendo que se moviera hacia el conducto que llevaba a la empalizada.
Al entrar al conducto, todo el infierno se desata. Todos gritan, los gongos suenan estrepitosamente y los rifles se disparan para hacer que los animales aterrados continúen moviéndose hacia la empalizada.  Ya que todos están dentro, se cortan las sogas que detienen la puerta de la entrada y ésta cae hacia abajo por dentro, entonces la presión de  los cuerpos de los elefantes es aún más, están hacinados. Se les deja solos hasta que cesan de topetar las paredes de troncos para tratar de tirarlas. Entonces se arman los corrales para domar; los elefantes tienen que ser domados aquí, en la jungla, antes de ser embarcados a zoológicos o circos.
Algunos elefantes escapan a la refriega de la doma, pero solamente para tener una muerte lenta. Estos son los que tienen colmillos.
Henrick Boon, holandés dedicado al negocio de los elefantes en Indonesia, antes de que los nativos salieran de cacería, una vez me dijo que los elefantes con colmillos no son costeables para domar. "El marfil que llevan, cuesta casi lo mismo de lo que producirían después de ser domados", dijo.
"¿Qué hacen con ellos? ¿Los matan con armas de fuego?", pregunté. "Dispararles cuesta dinero", contestó irónicamente. "Nosotros ponemos a los colmilludos en un corral para domar, que tienen dos postes enterrados en el suelo en forma de V. La cabeza del colmilludo es jalada por entre estos postes hasta que queda atrapada por detrás de las orejas. Entonces unos travesaños son empujados bajo su vientre delante de sus patas traseras y atrás de las delanteras, hasta una altura que casi sus patas pueden sólo escasamente tocar el suelo. Ahora está impotente y listo para las vacas".
"¿Vacas?", le dije.
"Un viejo Rajá, Palem Kok, tiene un par de vacas viejas (elefantas) llenas de cicatrices y le juro que disfrutan de lo que hacen; se acercan pesadamente al colmilludo atrapado y se restriegan en él hasta que se calma y ya no trata de sacar la cabeza del cepo. Entonces los mahouts (guías y cuidadores de elefantes) le ponen cadenas alrededor del cuello y atan a las vacas quienes inmediatamente se separan del colmilludo y las cadenas lentamente aprietan hasta que el elefante patea y gime. En medio de estertores de muerte, de su pequeña boca triangular brota sangre y muere estrangulado, con su cabeza desgarrada por la mitad".
Estos son los más afortunados de los elefantes atrapados; para los demás, los problemas sólo están comenzando.
La manada se muere de hambre por días, esto los vuelve menos peligrosos para manejar. Entonces se escoge a uno y se le deja salir de la empalizada hacia el corredor que lo llevará hacia los corrales para domar. Una vez dentro, es acorralado por delante y por atrás; el corredor es demasiado estrecho para que pueda voltearse.
Mientras está comiendo ávidamente el alimento con que ha sido atraído dentro del corredor, es atado de sus rodillas y tobillos para que solamente pueda dar pequeños pasos de seis pulgadas a la vez. Su trompa es asegurada para que no pueda matar a alguien con ella y con cuerdas de bejuco se aseguran sus patas delanteras y traseras. Después, picándole con lanzas desde atrás, es gradualmente arrastrado hacia dentro del corral de doma. Con su cabeza firmemente amarrada, su peso es sostenido por barras cruzadas. Y ahí permanece por dos semanas con su primera lección.


Elefante enjaulado: Esta es la jaula de troncos (corral de doma) donde el elefante es obligado a apoyarse sobre sus patas traseras, con la trompa atada, por días.

Durante este tiempo también se le da muy poco de comer. Su "mahout" viene hacia él por primera vez, se sube encima, esquivando los topetazos de su cabeza, tallando sus orejas, aceitando su piel, lavando sus ojos, dándole su pequeña ración de fruta y agua hasta que esté acostumbrado a tener un hombre sobre él. Cuando ese tiempo llega, está listo para su lección más importante.
No se debe olvidar que la trompa de un elefante, aunque puede matar a un hombre con ella, es muy sensible. La mantiene siempre enrollada durante todo el tiempo en que el peligro asecha. Y ésa es parte de la lección.
Se le quitan las ataduras de sus patas, se le amarra una soga a la trompa y bejucos resistentes a sus patas delanteras y traseras. Luego el "mahout" sube al cuello del elefante y la cabeza es liberada de los  cepos. Al principio  se queda parado. Entonces los hombres de la soga atada a la trompa lo jalan y camina hacia fuera, aparentemente libre. Pero si trata de correr, los hombres de la soga lo hacen tropezar por las patas y cae al suelo con un golpe que lo deja bastante maltratado.
Nuevamente logra ponerse de pie y los hombres que le sujetan la trompa lo jalan en otra dirección.
Si trata de correr hacia delante, los hombres que le sujetan las patas traseras lo jalan haciéndolo caer. Después de varias caídas estrepitosas, está conforme con caminar hacia donde  lo jalen. El "mahout" grita las instrucciones y lo hiere en la cabeza con el  ankus (gancho con un aguijón) y él camina de un lado a otro. Pero esto no es suficiente para los entrenadores.
Caminando atrás del elefante, están media docena de hombres que cantan una tonada como si marchasen manteniendo un paso mientras azotan la parte trasera del elefante con cañas de bambú. La parte más delicada de la piel en el elefante, se encuentra en la raíz de la cola y es ahí donde las cañas golpean sin piedad y azotan y cortan, minuto tras minuto, hora tras hora. Al principio, el animal sobresaltado por todo el jaloneo, golpes  y gritos, no se da cuenta que la paliza con las cañas de bambú lo están hiriendo. Entonces, al acostumbrarse al movimiento las heridas comienzan a punzar. No puede voltear su cabeza porque los hombres que le tienen atada su trompa se la lastiman. Tampoco puede correr porque lo harían tropezar. Solamente sigue adelante derramando lágrimas de sus ojos, gimiendo, acatarrado de su trompa por el calor del día, bajo el candente sol.
Entonces, baja su cabeza y grita una vez con un largo, estremecedor y ahogado lamento... Su corazón, su espíritu... está roto.
Ahora, él ya no trata de correr, ni siquiera de tener resguardada su trompa. Está a merced de los demonios que lo atormentan. Lo reconoce.
Le dan de comer y lo llevan al río para bañarlo. Nunca volverá a los cepos. Ahora es un elefante domado.
"¡Pero no siempre!", me dijo Henrick Boon. "Recuerdo una vez a un elefante que ellos no pudieron domar. Lo sacaron de los cepos; su "mahout" era un nativo de Bakat llamado Bonan. Antes que todo, trató de atacar a los hombres que le sujetaban la trompa. Lo hicieron tropezar y lo derribaron, produciéndose un golpe que sacudió todo el campamento. Pataleó y trató de rodar sobre Bonan. Pero el "mahout" había saltado a salvo. Los hombres de la soga se apartaron y lo jalaron hasta que se puso de pie. Sus ojos rojos estaban llenos de ira y su trompa enredada en el arnés de piel, emitía sonidos como alaridos de furia. El "mahout" lo montó y los hombres de la trompa lo arrastraron. Él embistió hacia delante y sus patas traseras fueron tiradas hacia atrás hasta que casi quedó extendido de bruces totalmente. Rodó otra vez hasta que su piel estaba gris por el polvo y había sangre en su trompa. Cuatro veces fue derribado y entonces lo dejaron descansar, porque los hombres de las sogas estaban agotados.
"Comenzaron otra vez en la tarde. Esta vez obedeció. Pero de su garganta emitía sonidos gorgojeando, y su cabeza seguía jalando la soga con su trompa. Tras él caminaban los hombres de las cañas de bambú, riendo burlonamente mientras golpeaban las partes delicadas, abajo y arriba de su cola. A los primeros golpes se detuvo, apretó la cola por abajo y gimió como un toro. Los hombres de la trompa jalaron y tuvo que seguir adelante. Otra vez las cañas lo hirieron. Reparó, luchó jalando las sogas y se paró sobre sus patas traseras.
"Lo bajaron de un tremendo golpe y después siguió caminando, los hombres con las cañas llenas de sangre reían como maniáticos. De derecha a izquierda siguió a los hombres de la trompa. Retrocedió, caminó hacia delante, dio vuelta, se detuvo. Pero no podían hacerlo gritar.
"Bonan, enterró el aguijón en la cabeza, cortó sus orejas. Los hombres de la trompa jalaron el arnés hasta que su trompa derramaba sangre. Había sangre en su cabeza y caía tras sus orejas sobre la arena, mientras lo jalaban dando vueltas, vueltas y vueltas.
"Obscureció, pero el Rajá Palem Kok  dijo al "mahout"  que lo mantuviera caminando hasta que desistiera. Prendieron grandes fogatas alrededor del campamento y las antorchas dibujaban la silueta de la figura, caminando pesadamente en medio de sus torturadores, silencioso con las punzadas y las heridas de las cañas de bambú.
"Pero no fue el corazón del elefante el que se rompió. El Rajá mandó esclavos para que azotaran a los hombres de las cañas y para injuriar al "mahout" ¿Qué clase de entrenadores eran ellos?, gritó.
"Siguieron frenéticamente. Los gongos hicieron eco, los fuegos llameaban, pero el elefante no gritaba. Finalmente el Rajá ordenó que se detuvieran. El elefante regresó a los cepos.
"Yo oía ruido y no podía dormir. Bajé al campamento y vi a la bestia parada en el corral, los postes sujetando su cabeza de la que escurría sangre; sus pequeños ojos, rojos a la luz del fuego, viendo a la gente justamente igual que el elefante de circo lo mira a usted cuando se acerca.
"Miré a los hombres exhaustos con sus  cañas ensangrentadas todavía en sus manos. Entonces, llegaron aquellas dos horribles  vacas,  arrastrando las patas ansiosamente hacia los cepos. Sus "mahouts", borrachos, estaban riendo con los labios manchados de betel y sonando sus cadenas.
"Eso fue demasiado para mí. Ese elefante, parado tan calladamente, había soportado todo lo que sus cuarenta atormentadores pudieron hacerle y no se había domado. Él merece algo mejor que ser estrangulado, vociferé.
"Corrí a mi choza y tomé mi rifle express, un 450 Westley Richards. El elefante me miró mientras me apresuraba a él. Tenía la impresión de que sabía lo que yo iba a hacerle. Posiblemente me hubiese agradecido si hubiera sido capaz; no lo sé. Puse la boca del rifle cerca de la raíz de la trompa, entre los ojos,  un poco arriba de ellos y apreté el gatillo.
"El disparo casi me derriba cuando las balas de grueso calibre estallaron dentro de su cabeza. No se movió y altivamente me miró con un gran hoyo en él. Entonces se quejó una sola vez y  con un profundo gemido estremecedor se desplomó jalando con su gran peso hacia abajo los postes que todavía sostenían su cabeza.
"Los nativos cayeron sobre mí como hormigas. Les di de patadas y di vuelta a mi rifle, listo para romper algunas cabezas. Pero desde atrás, me hicieron tropezar y me arrastraron hasta donde estaba el Rajá, sentado en cuclillas sorbiendo vino de una jarra. Me gritó como una mujer histérica, con coraje por no poder ver el estrangulamiento del toro (el elefante) y con rabia al no poder romper el espíritu del animal. Tenía miedo; pensé que me partiría en dos. Y eso provocó algo en mí.
"¡Adelante!", le grité "¡Usted pone una mano sobre mí y yo le lanzaré una maldición que hará que todos sus hijos parezcan cerdos!"
"No sé que me hizo pensar en eso, pero los Bataks tienen un miedo mortal a las maldiciones y los cerdos es lo que más odian. Como quiera que sea, él hizo que me sacaran y me reportó a los oficiales y, ¿sabe qué? Ese maldito juró que yo, deliberadamente, había destruido un valioso elefante  que estaba entrenado y listo para la venta. Se me prohibió volver a cazar animales en su provincia.
“Henrick Boon dejó la caza de elefantes después de eso.
"Cuando fui a un circo, miré al hombre elegante con su hermoso uniforme y  el elefante paciente siguiéndole alrededor como un perrito faldero y pensé: ¿cree usted que es un gran entrenador de animales, verdad? Pues no ha entrenado nada. Todo lo que hizo fue enseñarle pequeños trucos a una noble bestia cuyo corazón había sido roto mucho antes de que usted lo conociera y pensé en los pequeños hombres desnudos, con jugo de betel goteando de sus bocas y caminando detrás de un elefante haciéndole llagas para romper su corazón y que pudiera aprender cómo pararse de cabeza y mendigar cacahuates. Todo esto, más o menos, echó a perder el circo para mí".

Elefante acribillado por varios hombres.
Este artículo fue publicado en "Real", New York, el 25 de febrero de 1955. Pese a que han transcurrido cerca de cincuenta años, la captura, el entrenamiento y el trato de elefantes en espectáculos y otras explotaciones, no ha cambiado mucho.
En pleno siglo XXI, en Vietnam siguen atrapando y domando elefantes para la tala de árboles, los elefantes son obligados a jalar los gruesos y pesados troncos y transportarlos a explanadas, en el intento varios elefantes resbalan y mueren fracturados o ahorcados por el peso de los troncos. Antes de ser explotados para este tipo de trabajo, el método para domarlos es muy similar al explicado en el artículo, muchos de los elefantes son robados desde muy jóvenes a sus madres, y las hembras preñadas en cautiverio dan a luz encadenadas y aisladas (algo terrible, porque  en su hábitat natural cuando dan a luz son asistidas por otras hembras).
Depende de nosotros el cerrar el capítulo de este tipo de torturas, al dejar de asistir  a eventos o apoyar actividades donde se explote la vida de los animales.

“No más espíritus rotos”
Fuente de información: GEPDA

miércoles, 6 de julio de 2011

Ciudadanos europeos demandan la abolición de la vivisección

CIUDADANOS EUROPEOS DEMANDAN ABOLICIÓN DE LA VIVISECCIÓN

Con base en fundamentos científicos, ciudadanos europeos demandan la inmediata abolición de la vivisección en Europa.
Los invitamos a que visiten su sitio (www.stopvivisezione.net), en el cual se explican los motivos por los que piden al parlamento europeo abolir la vivisección en Europa. El sitio está en 5 idiomas, entre ellos el español.
Aunque la petición de firma está dirigida a ciudadanos europeos es importante que todos estemos enterados de tan trascendente demanda. Es importante señalar que esta demanda es promovida no por una organización en particular, sino por ciudadanos conocedores del daño que la vivisección causa a la salud humana. También es importante que esta iniciativa nos sirva de ejemplo. No podemos seguir apoyando la farsa de los métodos “humanitarios” en la investigación; ni la farsa de las 3 R’s; ni la farsa de los comités de bioética: debemos exigir la abolición de la vivisección. Si un método es erróneo, responsable directo de catástrofes a la salud humana y además retrasa el verdadero progreso de la ciencia, tal método no debe ser reformado, sino ABOLIDO.
Se insta a que se haga llegar esta información a todos sus conocidos europeos, con el fin de que firmen la petición. Pero también es importante que esta información llegue al mayor número de personas.
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PETICIÓN AL PARLAMENTO EUROPEO PARA ABOLIR LA VIVISECCIÓN EN EUROPA
A la Comisión Europea, al Consejo de la Unión Europea, al Parlamento Europeo
En favor del cuidado de la salud de los ciudadanos y del medio ambiente, en favor de la seguridad y del desarrollo de la medicina,
Se pide:
La abolición, y la inmediata eliminación, de cada una de las formas de vivisecciones, o experimentaciones con animales, porque son métodos obsoletos, sin validación científica y que no ofrecen garantías científicas para el cuidado de la salud y de la seguridad, en todos los ámbitos actuales o potenciales donde están aplicadas o podría estar aplicada; inclusive:
- en el desarrollo y la fabricación de dispositivos y productos y todas las sustancias naturales, de transformación y de síntesis, destinadas a los más diversos sectores industriales y no industriales, así como en la realización de pruebas para comprobar su calidad, eficacia y
Seguridad; 
- en la investigación básica en las ciencias biomédicas o conductuales, que tienen como objetivo  final el estudio del hombre, de sus enfermedades y de su psicología;
- en la investigación translacional o aplicada, y cada actividad de investigación que tenga como intento la prevención, profilaxis, diagnóstico o tratamiento de enfermedades humanas, y la evaluación, detección, regulación o modificación de las condiciones fisiológicas en los seres humanos; 
- en la  ciencia veterinaria que tendrá que estudiar enfermedades espontáneas y no forzadas, en  las reales  condiciones de vida de los animales, y  sus comportamientos, según los fundamentos de la moderna ciencia etológica, en favor del progreso  y de la eficacia de una rama fundamental para el cuidado del medio ambiente; 
- en todos los ámbitos que tienen como objeto final el lucro, los ámbitos bélicos, de estudios, de didáctica y demostrativos;
- en todos los criterios de validación de sistemas  científicos de análisis, diagnosis e investigación;   ofreciendo la posibilidad  a las industrias y a los laboratorios de garantizar el efecto benéfico o dañino de las soluciones a través de sistemas eficaces, que no se basen en ninguna manera en la ambigua experimentación con animales. Asimismo médicos e investigadores tendrán la posibilidad de progresar de verdad en los conocimientos de las enfermedades humanas y de sus potenciales tratamientos.
En más de un punto la normativa europea se refiere a la hostilidad de la opinión pública hacia la experimentación con animales.
Como la Unión Europea está basada en gran medida en la voluntad de los ciudadanos, expresada a través de las instituciones nacionales y comunitarias, esperemos que no sea rechazada esa voluntad, que se refiere a uno de los derechos fundamentales del hombre: el cuidado de su salud y del medio ambiente y su libertad de elección.

viernes, 1 de julio de 2011

AMAR A LOS ANIMALES - POR EDUARDO LAMAZÓN



La vida no es vida sino intenso dolor para la mayoría de los animales sólo por haberles tocado en suerte compartir el planeta y este tiempo con el hombre, su verdugo más cruel y excesivo.
Los ‘animales no humanos', hay que decir, para expresarse con propiedad de ellos, seres maravillosos en los que la naturaleza es perfección, pero tristemente indefensos ante el individuo elemental, depredador incorregible.
Hay quienes afirman que lo que distingue al ser humano de los otros animales es el raciocinio, pero es necesario ponerlo en duda, viendo lo que aquel hace con su aparente ventaja, no sólo en su relación con los seres inferiores que están a su merced, sino con el uso inescrupuloso que le da en cada acto a su facultad de entendimiento.
Apenas comprendiendo su ignorancia y confusión puede explicarse la arrogancia insoportable del que pone su derecho a la vida ciegamente por delante del derecho a la vida de otros seres.
Si somos superiores, sólo esa condición nos agrega un imperativo moral por el cual debemos rendir justificaciones de nuestros actos. Sólo el hecho de que debamos decidir cómo tratar a los animales, hace a nuestra relación con ellos moralmente grave. Decía Shakespeare en ‘Hamlet': “no hay nada bueno o malo sino que el pensar así lo hace”. Nosotros pensamos, no nuestro perro, por lo que tenemos el privilegio y la carga de hacernos responsables de la relación y el trato.
Pero nuestra relación con las bestias, sin embargo, es la de las metáforas que las degradan. “Eres un animal”... “Eres un burro”... ¿Por qué no “eres un hombre torpe”, o “eres una mujer egoísta”?
“Soy un miserable gusano” decía Friedrich Nietzsche para autodefinirse, cuando lo devoraba la sífilis y expiaba su remordimiento de filósofo porque se acostaba con su madre y con su hermana. Había muchas culpas humanas en él, pero ¿qué culpa era del gusano?
  
El siglo XX fue generoso y mezquino, bálsamo y letal, ubérrimo para la ciencia y retrógrado para la convivencia entre los hombres. Sobre su final mostró ¡por fin! una luz de esperanza en el reconocimiento al derecho de los animales en las sociedades civilizadas. Una luz, que quede claro, nada más que eso, pero algo más que nada.
Los derechos del hombre en la Grecia clásica eran los derechos del ciudadano varón y libre. Las mujeres y los esclavos eran para la legislación tan poca cosa como hoy son –continúan siendo- los animales en las comunidades rabonas e incultas.
Otras formas de discriminación, igual de abyectas y vergonzantes ha visto la historia. Quemar al hereje en la hoguera fue una conducta aceptada, hasta que un día la civilización decidió que era inaceptable.
Todo es cuestión de tiempo. Llegará el día en que el exterminio irracional de los animales no humanos de esta época, en casi todas las sociedades, será un asunto que se exhibirá en museos, a la mirada incrédula de los visitantes.
Tengo malas noticias para los orgullosos “seres superiores” que en tono peyorativo llaman bestias a las bestias: los hallazgos sobre el mapa genético de las especies demuestran sin lugar a réplicas, que nuestro patrimonio genético es idéntico al de los gorilas en un 97 por ciento, y si esto es de suyo humillante... para los gorilas, claro, también se halló que el número de genes necesarios para constituir un hombre es sólo el doble de los que tiene un gusano.
La vida es, aun para la ciencia, el más grande de los milagros, lo que parece ignorar el hombre promedio de todas las latitudes, porque la compromete cada vez que puede, arrasando bosques y especies, contaminando el aire y el agua, y detonando nuevas enfermedades. Es el hombre, entre todos los seres vivos, el único dotado para la estulticia.
Konrad Lorenz, el etólogo austríaco, el gran sabio del siglo pasado que en 1973 obtuvo el premio Nobel de medicina, dijo: “el hombre siempre fue bastante estúpido, pero últimamente noto un cambio... está peor”. Es el mismo médico bondadoso que amaba a los animales hasta la médula y que en otra ocasión afirmó: “De sólo pensar que mi perro me quiere más que yo a él, siento vergüenza”.
Lord Byron escribió para la tumba de su perro ‘Botswain' este epitafio: “Aquí reposan los restos de un ser que poseyó la belleza sin la vanidad, la fuerza sin la insolencia, el valor sin la ferocidad y todas las virtudes de un hombre sin sus vicios”.
Los animales, salvajes o domésticos, son, a la luz de la inteligencia, nuestros compañeros de viaje. Su sacrificio o sufrimiento inútiles son actos de inmoralidad y barbarie degradantes para quien los provoca.
¿Por qué quererlos?
Una máxima filosófica simple dice que es correcto preferir un estado de cosas mejor a uno peor.
Pero detrás de esto, en términos cotidianos, por respeto a nosotros mismos. Porque el cuidado de todas las formas de vida nos hace más evolucionados. Porque lo expansivo es primitivo y la inhibición es cultura. Por compasión, que la compasión es una olvidada emoción elevada. Porque matar o hacer sufrir es destrucción. Porque construir es participar como un Dios todopoderoso del acto de la Creación. Porque el hombre útil o bueno o civilizado vive de acuerdo con ciertos valores y no hay valores que justifiquen la crueldad. Porque la inteligencia invita a vivir de tal manera que nuestras acciones aporten a la felicidad y no al dolor que hay en el mundo. Porque proveer a la vida y no a la muerte no puede ser una antigualla, a menos que el mundo esté irremediablemente perdido. Porque estoy seguro que entiende usted la diferencia entre la sensibilidad de quien mata a un animal por placer, y la de quien goza escuchando la Quinta Sinfonía de Beethoven.
Un amante de las corridas de toros me dijo una vez que los toros de lidia no nacerían si no existiera esa primitiva obscenidad que llaman fiesta, “porque son criados para la muerte en la plaza” –me explicaba-, a lo que respondí que con su criterio podríamos criar niños para que sean sacrificados frente a cincuenta mil forajidos con boleto pagado.
Desde Platón sabemos que educar es formar en la virtud. Piedad, compasión, amor por la vida de todos los seres, respeto por la otredad, son conquistas del hombre morigerado, de buenas costumbres, superior. Superior no de superar a los demás, sido de haber sido capaz de mejorarse a sí mismo, de haberse alejado de aquella pequeña cosa tan sin pulimento que era cuando nació.
¿Por qué dirán que con relación al hombre los animales son una especie inferior? ¿Porque no tienen algunas “virtudes” que adornan a los hombres? Sí, recuerdo algunas: el odio, la maldad, la envidia, la venganza, el rencor, el engaño, la traición, la soberbia.
Todos los animales, humanos y no humanos, morimos cuando cesan nuestras funciones corporales. Los hombres crueles, empero, mueren mucho antes, aunque ni lo noten.

EL PEOR AMIGO DEL PERRO - POR EDUARDO LAMAZÓN



Los animales y la naturaleza son poca cosa para el hombre cuando el hombre es poca cosa.

Querer y respetar la vida es un privilegio de personas educadas, porque labrar el amor requiere esfuerzo e inteligencia.
Los amantes de los perros, los que estamos persuadidos de que los animales tienen derechos, nos debatimos en un mar de aguas encrespadas por vencer la indiferencia y la crueldad, patrones sempiternos del trato que el hombre les provee.
Promovemos la esterilización como el único medio incruento y aséptico de control de la población canina en las ciudades porque sabemos que casi todos los perros que nacen en el mundo vienen a padecer un insondable sufrimiento.
Al mismo tiempo reprobamos la industria de las tiendas de mascotas que venden animales, porque crean relaciones no amorosas que se dan cuando la compra del animal es por un divertimento pasajero. El niño, por ejemplo, que compra un perrito como se compra un juguete de plástico, y que después, cuando el animal crece o la familia sale de vacaciones, lo deja abandonado porque ya no lo divierte o porque no puede cuidarlo. El que hace un comercio de vender animales, si vende diez perros reproduce diez perros, si vende cien perros reproduce cien perros.
Los perros que pueden adoptarse en los albergues tienen una sola diferencia con los perros de las tiendas de mascotas, y es que están sucios. Se bañan y ya está. Son tan maravillosos amigos y tan cariñosos como el que trae un estúpido certificado que pretende avalar su abolengo.
La grandeza de un hombre –la de usted o la mía, si acaso podemos aspirar a alguna- está en ser bondadoso pudiendo ser malo, porque ser bueno cuando se está acorralado o no se tiene posibilidad de escoger, no tiene mérito. Ser piadoso con los seres física o intelectualmente inferiores es un imperativo moral para el superior, si no, no es superior. Es, al contrario, un esperpento de arrogancia que pone a su especie, porque sí, por encima de las demás que habitan el planeta.
Es ilógico e inmoral, es vergonzoso para nuestra especie que siendo el perro el mejor amigo del hombre, sea el hombre el peor amigo del perro.
La mayoría de los hombres torturan por crueldad, por indiferencia, por ignorancia, por estupidez o por sádico placer a casi todos los perros del mundo. Ninguna de estas actitudes son adornos para quienes las ejercen. Suelen decir “al fin y al cabo es sólo un animal”, expresión irreflexiva y rastrera con la que descartan sin ver las cualidades del “sólo un animal”, y les niegan derechos.
En estos tiempos difíciles para la bondad y para el optimismo, tiempos de corazones avariciosos y espíritus devastados, suelen decirme que es pueril hablar de perros que sufren.
“¿Por qué te preocupa el bienestar de los perros si hay tantos niños hambrientos?”, es algo que escucho y escuchamos todos los defensores de animales, cada día.
Se pretende que son dos problemas diferentes, uno los niños, otro los perros. Yo creo que es un solo problema que se reduce a la crisis del hombre y de los tiempos que vivimos. El planeta da alimento para el niño y para el perro, pero no lo lleva a sus bocas. Son sus padres y sus amos, sus gobernantes y sus pastores, sus líderes y sus ilusionistas los que hacen mal reparto de los bienes y de la justicia.
No sólo los perros y los niños necesitan ayuda y amor. Hay ancianos, seres hambrientos, individuos enfermos, hombres tristes, solitarios, encarcelados o adictos a las drogas que mendigan su cuota de solidaridad. Y no es quitarle alimento a los perros para darle a otros desamparados la solución milagrosa para todos los males. Nada se va a solucionar en el mundo del egoísmo y la perversidad mientras la conciencia de la humanidad no camine hacia otros rumbos.
Nunca vi a un perro deambulando por las calles buscando a quién morder, nunca vi a un león trasladándose desde la selva a quitarle la vida a un ser humano de la ciudad, o a un toro buscando la plaza y a un sujeto vestido “de luces” para embestirlo. Es el hombre el que apalea al perro, lo amarra con cadenas, lo aísla y le niega el agua, y después le dice “perro asesino” cuando el animal reacciona defendiéndose.
La insobornable fidelidad del perro, que no conoce el más fiel de los hombres, paga demasiado caro el mendrugo de amor que a veces recibe.
Los perros aúllan su pena eterna, mientras los hombres torpes hacen eterna la pena de vivir en la oscuridad. Pareciera que se levantan cada mañana a buscar bienes, bienestar, recursos, pero todo lo estropean. Han cambiado el amor por el dinero y el buen nombre por el éxito. No respetan al río, al árbol, al perro, al vecino, al amigo, y alguna que otra vez dicen que no comprenden por qué no hay justicia, por qué no hay paz.
Desdichados perros. Desdichada humanidad.

LAS CORRIDAS DE TOROS - POR EDUARDO LAMAZÓN

    No me gustan los toros, las corridas. Siempre sufre y muere el único ser vivo hermoso, inteligente y noble que hay en la plaza.
   El toreo sobrevive como una de las prácticas más crueles que hayan creado los hombres para divertirse.
   Correr toros para entretenerse, torturarlos, matarlos, sólo puede ser alimento de espíritus paupérrimos, devastados. Es más fácil explicar el porqué de una guerra que la presencia de público en las gradas de la plaza celebrando el dolor y el asesinato.
   Es un crimen con todas las agravantes para quienes sostenemos que el animal no humano es sólo otra especie hija de la naturaleza, y que el animal humano ni es superior ni tiene derechos morales defendibles para arrancarle  la vida sólo porque puede hacerlo. De hecho no puede hacerlo desde el comportamiento de un ser civilizado, porque el ser civilizado se conduce como se lo dictan su educación y deberes para con los demás y para con el universo que lo contiene, y no usa la potencialidad "poder" como sinónimo de aptitud para la barbarie. Puedo matar un niño. No lo hago por formación, no porque me amenacen con la cárcel.
 Nada ha cambiado para esta humanidad bárbara que hace veinte siglos asistía al circo romano y hoy va a las corridas de toros. Cuando el hombre es silvestre se divierte con inmoralidades y las justifica: "la raza de lidia es criada para la muerte en la plaza", o "no sobreviviría la raza si no fuera por las corridas". ¡Pues que se extinga! ¡Qué carambas le importa al toro torturado asegurarse de tener hijos, nietos o compadres!
   Nadie lo ha dicho mejor que la médica y bióloga española Nuria Querol: "Los antiespecistas consideramos que no es aceptable la discriminación arbitraria de otros animales por el mero hecho de pertenecer a una especie distinta a la nuestra ya que la relevancia moral no viene determinada por la inteligencia, sexo, raza, religión, edad, la habilidad para hacer macramé o cocinar magdalenas sino por la capacidad para experimentar placer y dolor."
   Los toreros gozan de la impunidad que les da la descomposición de sociedades en permanente agonía, conducidas por ígnaros o sicópatas, y no me digan que exagero, o múestrenme en la geografía del poder dónde hay un estadista, que no encuentro ninguno.
   Las reuniones taurinas son alegría para unos pocos insensibles al dolor animal y son angustiado sufrimiento para muchos seres piadosos y pensantes que quedan en el mundo. Lástima que los más, los mejores, los incruentos,  deban asistir impotentes al cataclismo de vesania, de barbarie, de estulticia.
   Cada quien se divierte como puede, en consonancia con su grado de formación y sus estados de conciencia. El Mochaorejas nunca estuvo en Bellas Artes. Imagínese lo que separa a alguien que goza con María Callas cantando Fidelio de otro que se regodea con la masacre de un ser sintiente en la plaza umbría.
   En España, en México, en Francia, en Perú, al crimen algunos le llaman tradición, a pesar de estar documentado que el 80, 85 % de la población de los propios países taurinos rechaza la torpe fiesta. Las autoridades son siempre sordas y mudas. ¿Qué otra cosa que el negocio infame que hay detrás podría explicarlo?
   Hace poco tiempo la ciudad de Granollers, cercana a Barcelona, se declaró "amiga de los animales" y prohibió las corridas de toros, tras lo cual el alcalde del lugar, Josep Mayoral, recibió un alud de críticas por el anuncio. ¿De quiénes podían provenir tales críticas? ¿De seres humanos elevados, sensibles, educados, capaces de rechazar el dolor y la barbarie, de respetar todas las formas de vida y de condolerse con los seres más débiles? Seguramente no.
   A los que defendemos a los animales nos llaman locos, porque a quién diablos le puede importar el sufrimiento de un toro. A mí al revés, me es incomprensible la microscópica pequeñez de las mentes de esos forajidos que persiguen a un animal indefenso, provocando en los observadores más que asombro por su ignorancia, miedo, por recordarnos de lo que son capaces.
   Cientos de especies desaparecen cada día de la faz de la tierra, y a los que respetamos a los animales y a la naturaleza nos llaman locos. ¡Locos ellos!, ¡locos los crueles!, ¡locos los depredadores!. El derecho que les asiste es ninguno. Son enemigos de la convivencia. La tolerancia que reclaman es la que podría desear un violador para someter a sus víctimas sin ser perseguido. Son fatuos, desalmados, sanguinarios.
   Y los que llevan a sus hijos de siete, de ocho años, a ver desangrarse un toro hasta morir, rodeado de la burlona carcajada cínica de la masa acéfala... ¿tendrán cara para esperar mañana que sean hombres morigerados, de buenos sentimientos, buenos hijos, solidarios, comedidos?
   La mucha o poca esperanza de redención para el mundo reside en los buenos hombres, los de corazones cultivados y magnánimos. Los que cambian siempre la muerte por la vida, la destrucción por la creación, los que participan de la humanidad sin servirse de ella. 
Es necesario no sentir el dolor ajeno como ajeno. Hay que sentir el dolor ajeno como propio, como fórmula para vivir en un mundo mejor. ¿Es tan difícil de entender? Eticamente son aceptables todas las actividades humanas que no dañan a un tercero, aunque sea un animal.
   No hay palabra más triste que la palabra torero.
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POR UNA COMUNIDAD EDUCADA Y MEJOR. POR COMBATIR TODAS LAS FORMAS DE VIOLENCIA. POR PROMOVER EJEMPLOS NECESARIOS.
ESTAMOS PIDIENDO A LAS AUTORIDADES DE MÉXICO PROHIBICIÓN DE LAS CORRIDAS DE TOROS.
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